Pluma vaginal


Tengo mis razones para escribir lo que siento... tengo que librarme de la desesperación de ser siempre la pluma de mis amantes, luego comidilla fácil de los comentarios de quienes los leerán y sabrán de mi y mis privacidades. Soy el papel de sus obscenas fantasías . Vagabundos nocturnos, solitarios borrachos, psicóticos latentes y aquellos que aunque sea un minuto de su existencia desearían serlo. Ninguno de ellos, ni los otros, ameritan el esfuerzo de relatar sus diferencias, simplemente porque no los hacen únicos. No les alcanza. Más o menos pudorosos, más o menos caballeros, más o menos viriles, ninguno de ellos piensa siquiera en recatarse a la hora de liberar el sadismo que les provocan los fracasos de su inspiración. Y por sobre todo, me insulta su egoísmo. Se creen tan propios, tan libres y tan geniales que no dudan en darse permiso de hacer con mi cuerpo lo que más les plazca. Pero jamás piensan en mí. No me ven porque nunca fui ausencia, muy por el contrario me he mantenido como la sombra que les da relieve de realidad. Soy el silencio que les da importancia aunque no se atrevan a reconocerlo. Llegan hasta mí en sus tardes de agobio y en sus noches insomnes para narrarme sus desgracias de existencialista cartón. Pero eso no es lo peor (es un don de las mujeres responder a cosas que no necesitamos escuchar y mientras tanto vagar por nuestra mente tranquilas). Lo insoportable son sus caricias vacías, sus llantos hechos carne, elogios a sí mismos. Masturbaciones narcisistas. Y después las promesas innecesarias, producto de sus cargos de conciencia, de sus temores uterinos a la pérdida femenina. Resabios de actitudes aprendidas de antaño, disfraces que no convencen a nadie. Para luego irse escribiéndose, si es que algo pueden decir. Entonces me quedo en una balsámica soledad llena de reproches a mi actitud pasiva. Momentos en los que me reclamo el no poder inventar nuevos amantes, dignos de mí, dignos de mi frondosa necesidad. Imaginarlos moldeados a mi cuerpo, con bocas desbordantemente húmedas de las palabras que mis oídos están esperando. Pero por más que hago girar la pluma entre mis dedos, no puedo hacer que esos cuerpos que me atraen, que me encienden las entrañas, que describo con tanto placer de los flujos de mi cerebro impío, logren tener otra actitud. Como si la naturaleza de su fisonomía no me dejara avanzar sobre las fantasías irreales, sus almas son pobres. Mis amantes son eternamente mezquinos con mi espíritu, aunque quizás sea eso lo que me conmueva. Lo que mi adicción me pide. El vicio de los orgasmos intelectuales empieza por los fracasos amatorios, por lo menos para mí que jamás he aprendido a negociar el goce de la carne. Un boicot personal del ego trip. Y entonces solo se me ocurren amantes desequilibrados, perversos y lejanos, que tienen como única virtud el hacer silencio cuando estoy demasiado cansada para seguir escribiendo.

Relato: Ana Laura Giumelli

Dibujo: Barbara Weinmann


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Comentarios: 9
  • #1

    mariposa (miércoles, 11 abril 2012 19:27)

    EXELENTE descripcion de la adiccion irracional a la que algunas somos adictas!

  • #2

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  • #3

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