La Marlene


Dibujo: Barbara Weinmann
Dibujo: Barbara Weinmann

Mi sueño es haber sido la Dietrich. No como ella. Ser ella. La Marlene. Ser fatal, misteriosa, imprudentemente sensual. O por lo menos azul. Ángel azul. Pero la vida no me ha congraciado con esto y ni aunque lo hubiese hecho... ¿quién en este sucio putanaje de provincia me iba a reconocer? Apenas distinguen las mujeres de verdad de los obreros invertidos, extranjeros de segunda, de cruzar el río a nado. Y los vapores de este alcohol rancio que me trepa el cuerpo como una comadreja. Me deja la piel gomosa, los labios secos y los ojos rojos. Pero como es para todos igual no nos hacemos asco. Además... en este tugurio y todos borrachos les puedo decir que me llamo Marlene. Viejo truco que ya nadie se come pero que todos respetan. Llamarse difícil te sube unos puestos en esta vidriera de mujeres abortadas de la vida “digna”. Digna...ja...digno es hacer reír a quien no tiene porqué. De cualquier manera, Marlene o no Marlene, en lo que a mí respecta, ya se me pasó el cuarto de hora y uno entra a ser olvidada. Ni te cuento si los viejos decrépitos se te van muriendo... una va quedando sola, porque al fin y al cabo, son años de conocerlos, escucharlos, aguantarlos. Son tantos años de acostumbrar el estómago que de vez en cuando se te escapa algún amor. Pero ni que la puta conciencia te fuera preparando desde chica, que ya las cosas no te duelen, apenas si te cosquillea la nostalgia. Y además están las pibitas que entran, limpitas y tímidas que son como las hijas que una nunca va a tener. Hay que enseñarles, cuidarlas, contenerlas que ni hablar saben algunas... como la gringuita escuálida que se me pegó apenas cruzó el umbral hace ya unos años. Entre tantas morochitas que se llegan desde el otro lado del río esta era una perlita rubia como yo. Entonces me dije que había que aprovecharla y sacarla buena para cuando yo ya no estuviera. Ella iba a ser la próxima Marlene. Pero como yo todavía estoy acá ella se puso Marilyn. La Marilyn. Aprenden rápido las mocosas ambiciosas.. y esto es como las arenas movedizas... de acá la veo, ir y venir con su cuerpo ahora voluptuoso, un poco por la mujer que le brota y otro por las comidas espesas que nos tocan. Ella también está borracha hasta la médula, ahí es cuando se suelta y sale y anda y se gana el salón aunque la mayoría de las veces nadie entienda una palabra de lo que dice, porque cuando anda mamada le sale la lengua de antes. Como ahora que me mira con disimulo, unos ojos que parecen de lástima pero que yo conozco y son todo amor. Yo sé lo que vos querés gringuita Marilyn, vos querés a La Marlene. Seguro que dentro de un rato viene a sentarse a mi lado, me abraza, me dice todo acentuado que no me preocupe... que soy la más linda... que ella me quiere y que esta noche va a dormir conmigo y yo, como siempre, le voy a acariciar el pelo rubio y mientras la sostengo contra mi cuerpo le voy a decir que no se preocupe...que vaya a hacer lo que tiene que hacer...ahora se sonríe y se me acerca con un trago: para vos Marlene. Me pregunto si ella que viene de allá lejos sabrá que yo soy La Marlene, la Dietrich, la verdadera...o la que quiere serlo. Y si lo sabe seguro que no se lo va a decir a nadie, de celosa que es...de ella y de mí... y además ¿para qué? Si este negrerio no entiende nada. Entre tragos y bailes, como dije... acá somos todos iguales.

 

Relato: Ana Laura Giumelli


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