Le abrí la puerta y me puse a un lado para dejarle el paso libre. El aire fresco que entraba desde la calle invitaba a huir.
Él se quedó estático frente a mí. Mirándome sin pestañar. Por norma elegía obviar las palabras.
Debería irte – le dije sin preámbulos – deberías irte para no volver. Aquí no habrá más que lo que ves y se te ve bastante triste.
Dejó pasar unos segundos antes de dar la vuelta y volver al sofá. Solo dios sabe porqué tomó esa decisión, siendo que conocía las consecuencias y el resto de posibilidades. Hay quienes que se acostumbran a los infiernos.