Spa


Dibujo: Barbara Weinmann
Dibujo: Barbara Weinmann

La gente se ha quitado los abrigos, los adolescentes ya andan en manga corta y a mí se me da por pedir una gaseosa con hielo y limón en vez del ya acostumbrado café con leche. Con la leche caliente. Todo esto solo puede significar una cosa: se viene el verano. Se viene el calor. Y yo en esta terracita tan simpática al sol. A pero no, no, acabo de recordar que con el calor vienen también las dietas y las malditas clases de gimnasia. Dios, tengo que apuntarme. Mmm que pocas ganas, ninguna gana. Nunca tengo ganas de ir al gym. No me gusta eso de andar moviendo los músculos y sudando. ¡Qué mentirosa! Si hasta me puse colorada de mis pensamientos. Sudar y poner los músculos a su máximo poder. Yo a eso lo llamo sexo. Pero a no mentirse, no todo polvo es sexo, ni todo sexo sirve como reemplazante de la tortura del gimnasio. Y ahora que lo pienso un poco mejor, el sexo bien entendido no solo suple el gimnasio, sino a las terapias relajantes, las de purificación interna, la de la piel, la psicológica, vamos, que es un spa completito. ¿Momento y lugar donde se le puede sacar todo el jugo? Verano, siestas. Siestas de verano. ¡Guauu! Si habré sudado como una puta viciosa sobre camas clandestinas. Poderosas siestas de verano consagradas a la santa infidelidad. Porque, convengamos, que no es lo mismo que hacerlo con tu pareja o marido, que nunca pasa de un polvo, dos como mucho, y siempre con un tanto de desgano. En cambio, estrenar amante, eso sí que es hacer gym. Esa especie de ansiedad que te coge y te desborda, esa hambre genital, ese fuego que te consume, te purifica, que no te deja tranquila ni después de varios orgasmos. Calor, humedad, energía saliendo por cada poro. ¿Qué más puede necesitar el cuerpo? Es el mejor tratamiento... ¿cómo le dicen? ¿holístico? La habitación siempre termina convirtiéndose en un sauna, mal que le pese al aire acondicionado. Entonces transpiras eliminando toxinas y adelgazas perdiendo líquidos. Ni que hablar de que el mismo impulso te lleva a probar nuevas poses y a moverte de aquí para allá como una posesa, incluido repeticiones varias, vaya manera de poner en forma toda la musculatura. Jadeas y se expanden los pulmones. Limpieza de la piel a cargo del roce o frote o lo que venga. Todo a lo cuál hay que sumarle lo de adentro: glándulas trabajando a tope, hormonas llevadas al límite, neuronas en plan de película intensiva. Los cinco sentidos puestos a ser explotados. Para luego darte la más culmine de las terapias de relax: el orgasmo. A mí que no me vengan a hablar después de los tratamientos de lodo, de los aromas tranquilizantes o que la música ambient te da armonía. Qué yoga ni qué yoga. Si el nirvana viene representado con una bebida refrescante a la caída del sol de una siesta de verano saturada de sexo. Hasta te ahorras las consultas psicológicas, porque no te queda ningún problema después de esa maratónica sesión de gimnasia porno. Cura el cuerpo, cura la mente. Eso es lo que deberían ofrecer los Spa. Llenos de gente estarían, como los puticlubs pero con la clase de poder decir: “me estoy haciendo un tratamiento completo e intensivo para estar divina este verano”. Yo voto, elijo, exijo ese tratamiento pre verano: sexo. Puro y duro. Sexo a desgaste. Sexo exploratorio y pornográfico. Sexo para ser feliz. Sexo sin escrúpulos, ni tabúes. Sexo para renovarse, para sacarse todas las ñañas del invierno. Sexo de a siestas. Sexo de todo tipo. Sexo y más sexo. ¡Qué suerte que se viene el verano!


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