Llevaban años sin verse a pesar de las ganas. Un destino sin casualidades
les dió la oportunidad de encontrarse, simplemente porque ambos creían que aún se amaban.
Ella se arregló con demasiado esmero. Él hizo todo lo que estaba a su
alcance para verse como imaginaba que querían los ojos de ella.
Fueron puntuales. Pocos y definitivos metros los separaban. Ambos
caminaban hacia el otro. Fue cuando se dieron cuenta que ya no eran los mismos. Bajaron la cabeza, miraron a otro lado y a pesar del descuido de rozarse, ni siquiera se
saludaron.