Vicios verbales...

...Qui es una ciudad de tornasoles obispales, inacabada y fluvial. Con destellos de briosos fuegos, de oros ocultos, de placeres que se deslizan sin rozar. El incienso reina sobre la superficie de las noches, envileciéndose al estallar mil veces en el agua. No hay posibilidad de escapar a la serenidad que alberga y comparte. No hay forma de que inmerso en su magia, aunque sea en una milésima de segundo, no se piense en que se es parte de las ensoñaciones, en que se trata de la muerte o que se vive en la leyenda que alguien narra en ese momento.

Libertinos amores impíos, el ámbar de los resplandores cómplices. En los pasillos ostentosos de sus mansiones, la noche circunda como único escenario a lo más glorioso de quienes la habitan. La noche es carne en todas sus aristas. Oscura carne, sangre y poder. Sus escaleras esponjosas descienden hasta perderse en las aguas y se elevan a salones cubiertos de tesoros orientales, labrados asiáticos y cristales pompeyanos. Todo ello existe en una áurea de ilusión.

Dicen que entre su cielo y sus aguas, las agujas del alma se calman con excesos. Dicen que se deja la vil existencia de los mundanos sentimientos, en cada deleite supremo. Dicen que allí los seres se tornan suaves y leves. Pero también dicen que lo que se pactó, el diablo vendrá a cobrarlo algún día.


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