Vírgenes

Tristeza congénita


Al elevar su pálida y vaporosa túnica dejó al descubierto su pubis. Salvajemente frondoso, exóticamente hermoso. Invitaba al éxtasis voyeurista. Una bella joya sin entradas ni salidas. Solo era eso, una joya ostentosa, misteriosa y deseable. Los estímulos de su belleza residían en su inalcanzable existencia. De eso se trata la perfidia de su condena. Su eterno vagabundeo era un pesar.