Cerveza y maníes


  - El Ruso fue terminante. Y ya para esa altura hablaba medio de costado, carraspeando la garganta. ¿Viste como carraspea él para hablar que parece que estuviera raspando el fondo de una olla con comida pegada? ¿Viste? Bueno, fue terminante, me dijo:

 

  • A medias no, Manso.

  • Pero ¿para qué vas a armar quilombo? – le dije – es una estupidez Ruso, dejate de joder.

  • A mí no me parece nada estúpido, así son las cosas en todos lados: o sos de un bando o sos de otro ¿eh? ¿o no es así? ¿eh? Mirá la política y el fútbol ¿eh? Todo hombre que se precie tiene un bando al que pertenece, porque así son las cosas claras.

  • No me parece tan así – le dije mirando para cualquier lado con tal de que no interpretara que andaba buscando gresca, porque para ese entonces el Ruso y yo ya nos habíamos tomado unas cuantas rubias y la historia pintaba para pelea por donde apareciese y no quería ser yo el del “otro bando”. Cuestión, me limité a mediar en su paranoia y serenito, le dije: - estoy de acuerdo con tu teoría de los bandos Ruso, pero eso es para cosas más serias, más grandes ¿qué querés que te diga? Esto está agarrado de los pelos.

  • ¿El qué está agarrado de los pelos? Pero si está todo claro, mirálos, ellos piensan lo mismo que nosotros y no es la primera vez ¿eh? Ya van varias tardes que me siento acá a mirarlos y pensar. ¿Cómo querés que te lo explique? Los veo y se me enciende la bronca, Manso, y ahí es cuando pienso: estos se traen algo entre manos, estos me quieren joder a mí y a todos los que nos sentamos acá, quieren joder la clientela de este bar.

  • Eso es una pavada, Ruso, fijate que algunos son los mismos que a veces vienen acá, somos todos del mismo bando como decís vos. Todos los de las tardes al pedo tomando rubias. Mirá ¿aquél no es el Panza? Ese suele estar acá, siempre va y viene.

  • Esos son traidores – me dijo bajando la voz y con la boca definitivamente torcida como si temiera que alguien fuera a escucharlo – esos son los espías, llevan y traen información.

  • ¡Dejate de joder!!! Pero mirá las pelotudeces que decís!! ¿el Panza espía? Pero que va a ser si está siempre borracho.

  • Se hace el borracho, fijate bien y vas a ver que no toma mucho, se hace nomás.

  • ¿Qué no toma mucho? Vos estás delirando, ese tipo es un tonel andando.

  • Se hace, Manso, vos confiá en mí que lo tengo más que junado. Toma menos que yo y siempre anda medio tambaleando, se le va la mano con la actuación, entonces viene a sentarse en esta vereda, hace que toma y después, silbando bajito y a medio tranco, se cruza y se sienta con los de enfrente y ahí se queda, meta contarle las cosas.

  • ¿Así? Decime Ruso ¿qué cosas le puede ir a contar? Si no hay nada que ocultar, las cosas son más simples de lo que te imaginás: un par de borrachos en las mesas de este bar y otro par en las mesas del bar de enfrente ¿qué más hay para decir? Vos estás delirando Ruso – para ese entonces ya no me preocupaba si se la agarraba conmigo porque estaba tan concentrado en su teoría que por nada en el mundo hubiese pensado que yo no estaba en su bando, aunque creo que más que nada era porque nunca, ni él ni yo nos planteamos siquiera ir a hacer las copas al bar de enfrente, pero no por nada raro ¿eh? Lo que pasa era que lo conocemos a Tincho de la época de la barra brava en el club y no parar a conversar un rato... eso sí hubiese sido traición, pero por él nomás, porque los del bar de enfrente también pertenecen al mismo club, los conocemos a todos aunque no fuesemos amigos, amigos. Ahora, si el Ruso plantaba pelea iba a ser para siempre, porque éramos todos los mismos en los mismos lugares. Pero como te decía, lo miré a los ojos al Ruso y le dije: - a ver Ruso, decime ¿qué les puede decir de interesante?

  • ¿Cómo qué les puede decir....? todo Manso, todo y nada, porque ya está todo dicho.

  • No te entiendo nada, Ruso, empezaste diciéndome que te jodían estos tipos sin explicación, te dije de conversar y ahora me salís con que no, y me contás cualquiera, no te entiendo nada.

  • No entendés porque es demasiado obvio. Pero mirá, presta atención, pensá un poco y vas a entender todo: todo lo que diga el Panza de acá es importante porque no hay nada que decir. Ellos son de un bando y nosotros del otro y se acabó y ya estamos metidos hasta las narices.

  • Para, para Ruso, vamos de nuevo ¿bandos de qué me querés decir?

  • Manso, te estás quedando ¿cómo bandos de qué? Ellos son de ESE bar y nosotros de ESTE y nos estamos mirando desde hace mucho, calle de por medio, todos los días, cada minuto, esto tiene que solucionarse de una vez por todas.

  • Esto es estúpido Ruso ¿qué pensás hacer?

  • Lo que haya que hacer, por eso nada de ir a medias como decías vos eso de conversar y no sé que pavada, eso no es de hombres, acá hay que hacer las cosas bien hasta el final.

  • ¿Y cuales son tus planes si se puede saber?

  • Primero juntamos la banda de los del Tincho y una vez conversada la idea vamos y PLAF, les hacemos saber que nos molestan.

  • Ahora, decime vos quienes son nuestra banda y como carajo vas a hacer para convencerlos de pelearse con los de enfrente, si algunos hasta son parientes, fijate ¿el morocho aquel no es el cuñado de Marcelito?

  • Por eso, más traidor todavía. Si Marcelito viene a este bar ¿por qué no viene él también? ¿qué tiene que ir a sentarse enfrente?

  • No me convencés Ruso ¿eh? A ver, probá un mejor argumento conmigo y si me convencés yo te ayudo con los demás y vemos que hacemos.

  • Es básico, Manso, todo se reduce a lo esencial.

  • Y a ver, decime ¿qué es lo esencial en todo esto?

  • ¿Qué pregunta es esa Manso? Lo esencial es lo E-SEN-CI-AL – dijo mientras golpeaba el vaso medio vacío contra la mesa – ESTO es lo esencial, fijate, pero ¿vos no ves nada Manso? ¿en qué pensás? ¿dónde caracho tenés la cabeza?

  • ¿La cerveza es lo esencial?

  • Claro querido. ¿vos te fijaste que toman ellos?

  • Cerveza, Ruso ¿qué van a tomar con este calor?

  • Si, pero ¿qué cerveza? Imperial toman, Manso. ¿vos podés creer? Imperial y esa otra yanqui y nada más.

  • ¿Y con eso qué?

  • ¿Pero a vos te falla Manso? ¿te pegaste en la cabeza de chiquito? ¿vos viste qué tomamos nosotros? Quilmes, Manso, Quilmes.

  • ¿Y cuál es la diferencia Ruso? Todas son cervezas y el Tula no debe querer negociar con Quilmes. Ahora vos decime ¿cuál es el puto problema?

  • Que ellos no toman Quilmes y nosotros si.

  • Ah, bueno, si es por eso ellos no tomarán Quilmes pero les sirven maníes y a nosotros no.

  • Ahí está, ese es el otro problema.

  • Problema para nosotros porque el Tincho es un rasca.

  • No Manso, no entendés nada de nada, fijate que ya estoy empezando a pensar que podés ser un traidor o un desbandado que es peor.

  • ¿Por unos maníes?

  • Por todo, Manso, vos mirá, presta atención.

 

 

- Y ahí el Ruso hizo un profundo silencio. Se acomodó en la silla, entrecerró los ojos y se perdió mirando fijamente a las mesas del bar de enfrente. Entonces, ¿qué podía hacer yo? Me puse a mirar a los que estaban sentados en la mesa del otro lado de la calle. ¿y vos podés creer que me dí cuenta de que el Ruso tenía razón? Estaban todos los de la mesa mirándonos. Ni una Quilmes dando vuelta, pero eso no era lo peor. Lo peor eran los maníes. Ellos tenían todos los platitos llenos de maníes salados, de esos que se deshacen en la boca y hacen que la cerveza sea una finura. Y se los comían con unas ganas y una de hacer desear que ni te cuento. Había un par de pelilargos y unos morochos que nos miraban fijo sabés. Nos miraban como el Ruso los miraba a ellos, con los ojos entrecerrados, desafiando. Y abrían la boca y volaban los maníes en el aire y adentro. Masticaban despacio, como diciendo: “mmm... qué ricos están estos maníes y ustedes no tienen nada”. Mirá, parece un delirio pero te juro que no podía pensar en otra cosa. Y no terminaban de tragar los maníes que tenían en la boca cuando ¡zunga! Se mandaban otro puñado. Eso es porque tienen de sobra, sino como que uno los saborea más, mide para que alcance toda la cerveza. Pero ellos no. Vos los viera disfrutando sin sacarnos los ojos de encima. Toda esa bola de maníes en la boca, entonces ¿qué hacen? Agarran los vasos llenos de Imperial y uno de ellos, el morochito que estaba sentado medio como en la punta de la mesa, levanta el vaso y nos hace un brindis. La mierda que si entendí al Ruso que en ese momento empezó a hacer un ruido raro, como que bufaba por la nariz. Entonces me agarré una bronca que ni te cuento y ¿qué hice? Levanté mi vaso con Quilmes, me pasé la lengua por los dientes que no tenían ni rastro de sabor a maní, y haciendo como que le devolvía el brindis les grite: ¿Por qué no te vas a la puta que te parió vos y tus maníes? La pelotera que se armó ni te cuento. El Ruso estaba meta tirar piñas en el medio de la calle mientras gritaba: ¡O Quilmes o nada traidores! Y yo meta que te meta a los vasazos y a las botellas con los morochos. Cuestión, y para qué te voy a mentir, nos comimos una cagada a palos que ni te cuento. ¿Y qué querés? Si no tuvimos tiempo de juntar a nuestra banda, eran ellos y nosotros. Pero el pelotudo fui yo que no me dí cuenta antes. Y así estamos. Miralos ahí enfrente, esperando. ¿Por qué viste como es la vida? Ahora el Tincho también sirve maníes pero estos son con cáscara, nada que ver. Pero vos miralos, presta atención, miralos fijos y te vas a dar cuenta.